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Érase una vez...

[El baúl de plata]

[El baúl de plata] El día de su cumpleaños se presentaba bastante soleado. Había estado toda la noche sin dormir. ¡Ya cumplía 8 años! Era toda una mujercita. Estaba entusiasmada con la fiesta que iba a hacer. Había invitado a unos amiguitos a tomar tarta y batido. Su madre se encargaría de la decoración del salón. Colgaría una gran pancarta que pusiera “Feliz cumpleaños Mar”. También colocaría globos por toda la casa y en la puerta de entrada, para que los invitados supieran que era ahí el cumpleaños. Había comprado gorritos y matasuegras para animar la fiesta. A mar le pondría una corona de princesa, porque la pequeña siempre andaba jugando a princesas, reyes y ogros.
Aunque todo el mundo le decía que era una mujercita, ella sabía que seguía siendo una niña pequeña. Y como todo niño, lo que más le gustaba no era cumplir años, sino los regalos que le esperaban.
-Tita Marta me dijo que me regalaría un disfraz de princesa y una varita mágica para poder jugar a las princesas encantadas.
-Pues si lo dijo así será. No te impacientes, cielo- Le contestó su madre.
Eran las cinco menos diez de la tarde. Quedaban diez minutos para que comenzase su fiesta. Mar se puso un vestido rojo que le había regalado su madre. Se puso un lazo a juego en el pelo, haciéndose una sobre cola.
-Espera, te falta una cosita para ser una auténtica princesa… Ya está. Pareces salida de un cuento.
Su madre le puso un poco de colorete. Mar se miró en el espejo y quedó encantada con sus mejillas rositas.
Llamaban a la puerta. Los invitados comenzaron a llegar. De repente, la casa se llenó de risas de niños, de gritos, de papeles de colores volando…
Primero, jugaron durante un largo rato. Encendieron el radio casete y jugaron al “juego de las sillas”, a “la estatua” y a varios juegos musicales más.
Cuando estaban todos rendidos por el cansancio, se sentaron alrededor de la mesa y comenzaron a comer patatas y refrescos. Después que terminaran toda la comida, la madre de Mar trajo la tarta. Era de chocolate, la preferida de Mar. Tenía muñequitos de azúcar alrededor y mucha nata. En el centro estaba el dibujo de una princesa en un castillo. Había unas letras de colores que ponían “Feliz Cumpleaños princesa” y ocho velas alrededor.
A Mar se le iluminaron los ojos cuando vio aquella tarta. Le encantó.
-Ya sabes que antes de soplar las velas debes pedir un deseo, que no se te olvide- Le susurró su madre al oído.
“Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos cumpleaños feliz”, cantaron todos a coro con las luces apagadas.
Mar pidió su deseo y después sopló las velas. Comieron todos tarta y se veían churretes de chocolate en las caras de los niños.
Eran las nueve de la noche cuando los invitados se marcharon. Mar ya estaba con el pijama en la cama.
-Princesa, ¡no me has dicho lo que te han regalado!- Le reprochó su madre.
-Pues… Tita Marta el disfraz de princesa y la varita mágica. También me han regalado un juego de Lego, un puzzle, una pelota, peluches, dos muñecas, tres vestidos para mis bebés y un libro para colorear. ¡Ah! Y el vestido rojo que me has regalado tú, que se me olvidaba.
-¡Vaya! Qué de cosas, ¿verdad? Pero creo que te ha quedado un regalo por abrir.
La madre de Mar le dio un pequeño paquete que pesaba un poco. Mar le miró extrañada no por mucho tiempo, porque enseguida se dispuso a abrir el regalo. Era un pequeño baúl de plata, que tenía labrado figuras de hojas de árboles.
Mar abrió el baúl para ver si contenía algo. Y no estaba equivocada. Había una nota. “Pon aquí tus sueños y no dejes que se escapen, princesa”, era lo que ponía la nota.
-Es muy bonito mamá. Muchas gracias.
-Es un baúl de plata, y por dentro está forrado de terciopelo azul, por si no te habías dado cuenta. Pero no es baúl cualquiera. Es un baúl mágico. Quiero que hagas una cosa: Debes conservarlo por siempre, y sólo debes meter pequeñas notas donde escribas tus sueños. Como es mágico, él te ayudará siempre a que se hagan realidad. No debes abrirlo nunca, excepto para sacar los sueños cumplidos, y los nuevos que aparezcan en tu vida. ¿Entiendes?
-Sí mamá. Pero, ¿estás segura de que se cumplirán?
-Por supuesto. Pero debes hacerlo tal y como te he explicado, ¿de acuerdo?. Ahora cierra los ojos y duérmete, que has tenido un día bastante ajetreado. Descansa princesa.
Y tras el beso en la frente de su madre, Mar cayó rendida en un profundo sueño.
El baúl que le había regalado su madre, estuvo a su lado el resto de sus días, e hizo lo que le dijo su madre. Tal vez por causas del destino, tal vez por azar, o tal vez porque era cierto que el baúl era mágico, a Mar se le cumplieron todos sus sueños.

Nunca quiso desprenderse del baúl, pero cuando ya era anciana comprendió que ahora le tocaba a otra persona tener la suerte de estar acompañada por ese baúl. Así que decidió regalárselo a su nieta, en su octavo cumpleaños, y le explicó lo mismo que hizo su madre ochenta años atrás.

.::Davinia::.

4 comentarios

Edu -

Me suena mucho ese pekeño baul ;-p . Me ha gustado el cuento cariño, me sigues demostrando ke escribes genial. TE KIERO !!!

Marta -

Que bonito! Me he sentido princesa, con los mofletes colorados, he visto todos los sueños cumplirse, mientras pasaba mi tiempo. Es maravilloso. Y la foto, uff, impresionante.

Dynaheir -

Ainsss ojalá fuese yo la nietecilla.. jajaja. Un besazo princesa y ánimo con los estudios!

Nimue y su kaos -

que bien princesa!
soy la primera en comentarte!!!!wow, espero que me prestes ese baul de plata, para que mis sueños también se cumplan, porque yo sé que tú debes de ser esa nietecilla!
un besito enorme y que tus sueños se cumplan